Ocho cartas para Julio
Gabriel D. Lerman
Debe haber sido infinita la correspondencia que mantuvo Julio Cortázar a lo largo de su vida, de variada temática y de variados contactos. "Ocho cartas para Julio" rescata la esencia de la correspondencia de antaño, donde la máxima tecnología radicaba en una máquina de escribir a la que seguramente se le trababan algunas teclas.
La dramaturgia de Gabriel Lerman recrea la hipotética comunicación epistolar que Julio Cortázar hubiera podido tener con Nito Basalvibazo, su compañero de la escuela secundaria, el Normal Mariano Acosta, donde se graduó de maestro y más tarde de profesor de Letras. Nito Basavilbazo es un personaje ficticio de un cuento de Cortázar, "La escuela de noche" del libro "Deshoras" (1982) que bien podría haber sido un compañero de aventuras del autor en su adolescencia con el cual, tal vez, fuera factible un lazo de amistad que perdurara en el tiempo y les permitiera seguir comunicados a pesar de la distancia. Lo interesante del texto es que un personaje de Cortázar cobra vida y se mide de igual a igual con su creador a través de su correspondencia. Nito devela en esas cartas admiración por el éxito logrado, orgullo por formar parte de su círculo de amistades, afecto por el hombre pero también sabe ser muy crítico de la posición política que adopta su amigo. Le recrimina con una mirada firme pero afectuosa que se haya convertido en un snob y haya desviado un poco su mirada de porteño y de patriota. Lo que nos queda claro es que Nito es un excelente contrapunto para Julio Cortázar, lo conoce, lo percibe, lo sigue, está pendiente de su obra y de su vida y a través de sus escritos lo ayuda a reencontrarse con su parte argentina que siente que se la va diluyendo.
La puesta en escena tiene su encanto, Nito leyendo las cartas que escribe sobre su vieja máquina de escribir, papeles, sobres, un cenicero para los cigarrillos que nunca termina de fumar mientras los músicos, ubicados uno a cada lado, ejecutan melodías de jazz envolviendo al personaje en una atmósfera mística.
Ocho son las cartas, fechadas en diferentes años que van narrando hábilmente la vida de Julio Cortazar, la de Nito y la del mundo. La dirección de Daniel Berbedés es concisa, uno no puede imaginarse otro modo de concebir esta puesta cuya médula es la puesta en valor de La Palabra y para esto ¿quién mejor que Juan Palomino? Su desempeño es preciso, no tiene espacio ni se justifica su desplazamiento, todo depende del buen decir, arte que Palomino domina a la perfección. Acaricia las palabras, las proyecta, las ejecuta, las domina y se deja dominar por ellas ... al son de los compases de jazz que tan bien interpretan Juan "Pollo" Raffo en piano y Fernando Lerman en vientos y compositor de la música que se interpreta.
Esta obra tuvo algunas presentaciones en Ninilo y Circe, por compromisos de quienes la llevan adelante se van manejando por contrataciones e irán cerrando fechas cuando los tiempos de todos coincidan asi que hay que estar muy atento para enterarse de cuando poder disfrutar de esta magnífica propuesta que abunda en originalidad y es de muy buena factura.
Redactora: Andrea Alejandra González
@AndreaUnaware
Vista el 25 de Julio
Ficha técnico . artística:
Texto: Gabriel D. Lerman
Música original y vientos: Fernando Lerman
Piano: Juan "Pollo" Raffo
Director: Daniel Berbedés
Adaptación: Daniel Berbedés, Fernando Lerman y Gabriel D. Lerman
Prensa: Simkin & Franco
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