“Familia de Vancini y Antonia su mujer”
El público entra a la sala e ingresa al mismo tiempo en un sótano que hace las veces de taller de bicicletas, casa y espacio de entrenamiento. El encierro propio del grotesco llevado a su límite. Para salir y entrar, sólo una escalera. Pero además, únicamente uno de los personajes la usa, mientras se lo permiten y porque trabaja para la familia. Nadie más sale ni entra.
Un clima sonoro agobiante acompaña también desde el comienzo. Hay ritmo, pero no es musical. No es el ritmo de la alegría. Es el ritmo de las acciones repetidas, de los golpes, del hastío de lo que se hace por obligación o por necesidad.
Vancini es lo que llamaríamos… un “mal llevado”. Con la excusa de cumplir un objetivo, explota a su familia, los maltrata, abusa de ellos. La primer hija, Beta, busca en forma obsesiva y enfermiza el reconocimiento y la aprobación de su padre. Tiene un marido que colabora, “consiguiendo” los repuestos para el prototipo, y tiene, quizás, un hijo en camino. Pero nada de eso logra que su padre le preste atención. Un sobrino, el Águila, con un pasado glorioso, entrena a Titi, la esperanza de todos, la esperanza de salir del pozo en la carrera del 25… ¿Falta mucho para el 25? Todos viven de esa esperanza. La mujer de Vancini, Antonia, con la cordura que solamente tienen los locos, intenta terminar una y otra vez con el verdadero problema de la familia.
En mitad de la obra, en un quiebre absolutamente poético desde lo textual y totalmente efectivo desde lo escénico, una Antonia desgarrada evoca el tiempo en que hacíamos equilibrio sin manos en la bici… el tiempo de la libertad. Y entendemos que esa lucidez extrema es la que la aleja de la cordura. Es apenas un instante, pero nos deja una emoción inexplicable. Los que tenemos cierta edad, podemos comprender. Ella sabe lo que es eso, ella conoció algo que los jóvenes (Titi, Beta, el Águila, Manguera) no vivieron.
Sobre Titi pesa la exigencia de entrenar y entrenar, de no distraerse en cosas perjudiciales, como el amor. Si Titi abandona, ¿quién va a correr? “Familia de Vancini” es un verdadero grotesco, que leyendo el hoy puede insertarse a su vez en la mejor tradición del género. La risa nace de las situaciones más cruelmente trágicas, de las actitudes más desesperadas de los personajes, de las explosiones de humor negro y de violencia, de la paradoja. Estos seres le cortan las piernas a su propio futuro. El sistema, que nos explota, nos aliena y nos aleja de nuestros objetivos y deseos, se mete en la vida cotidiana. Vancini, de alguna forma, es el sistema aquí. Pero hay una posibilidad de salida en la ternura, en el amor que nace, en la toma de conciencia y el valor de la rebeldía… Quizá alguien pueda salvarse.
Un texto bien construido y que interpreta los “signos de los tiempos”, de estos tiempos… Una dirección inteligente. Excelentes interpretaciones. El diseño sonoro justo, acertado y protagónico. Una escenografía y una iluminación con los claroscuros necesarios. Un maquillaje expresionista, que acentúa el grotesco. El humor, que nos ayuda a sobrellevar la tragedia. Todo colabora para lograr una propuesta muy digna de ver.
Calificación: ALTAMENTE RECOMENDABLE
REDACTORA: Marián Alfonso
Vista el 21/9/14
FICHA ARTÍSTICO-TÉCNICA:
Autor y Director: Omar Aita
Intérpretes: Marcelo Sánchez
Cecilia Tognola
Sabrina Lara
Hernán Vázquez
Noelia Vittori
Leandro Aita
Asistente de dirección: Myriam Selhi
Escenografía: Carlos Di Pasquo
Vestuario: César Drago
Iluminación: Pedro Zambrelli
Maquillaje: Maite Benavídez y Natalia Rodríguez
Diseño sonoro: Martina Vior
Violencia escénica: Leandro Aita
Diseño gráfico: Sabrina Lara y Noelia Vittori
Fotografía: Michel Marcu
Comunicación visual – CCC: Claudio Medin – Estudio M
Prensa: Silvina Pizarro
Producción ejecutiva: Teatros4
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